Año: 2016. Director:
Denzel Washington (“Antwone Fisher”). Basada en: la obra de teatro homónima de 1983, ganadora
del premio Pulitzer, escrita por August Wilson, que completó también un guión
cinematográfico antes de su muerte en 2005. Intérpretes: Denzel Washington (“Training
Day”), Viola Davis (“Criadas y señoras”), Stephen Henderson (“Un golpe de
altura”), Jovan ADEPO (la serie de HBO “The Leftlovers”), Russell Hornsby (la
serie de la NBC “Grimm”), Mykelti Williamson (“Forrest Gump”). Presupuesto: 24
millones de dólares. Recaudación: 60 millones. Premios: entre otros, estuvo
nominada a 2 Globos de Oro y 4 premios Oscar, consiguiendo la estatuilla a
Mejor Actriz de Reparto para Viola Davis. Como curiosidad, Washington y Davis
ya ganaron sendos premios Tony en 2010 interpretando los mismos roles en
Broadway.
Sinopsis: Troy
Maxson trabaja como basurero en Pittsburgh durante la década de 1950 y sigue un
código ético donde sólo intenta hacer lo correcto para con él y su familia,
compuesta por su mujer, Rose Lee; el hijo que tuvo con ella, Cory; su hijo
mayor Lions, fruto de una relación anterior, y su hermano Gabriel, herido de
gravedad durante la II Guerra Mundial, lo que le provocó un retraso mental
severo. A pesar de sus convicciones, Troy no puede evitar ser víctima de su
vicio por el alcohol, las mujeres y una frialdad y desapego hacia sus dos
vástagos, en los que se ve reflejado de algún modo, y eso al tiempo le recuerda
la tormentosa relación que él mismo vivió con su padre.
Crítica: la queja
que más he escuchado con respecto a “Fences” es que parece una obra de teatro
filmada. Y mi pregunta es: ¿qué tiene eso de malo? No recuerdo que este montaje
se haya llevado a cabo en nuestro país (supongo debido a que la problemática
racial está muy ligado a los protagonistas, y en nuestro país obligaría a
efectuar cambios demasiado significativos), así que agradezco que al menos
podamos disfrutarla en pantalla grande, y en este sentido que su apego a la
obra original sea tan fil hacen innecesaria cualquier otra puesta en escena
sobre ningún escenario. También se habla de lo limitado de sus escenarios y el
abuso de los diálogos, que literalmente saturan tus oídos hasta construir un
muro de palabras. Nuevamente, son críticas poco acertadas. El título original, “Fences”
(que no sé por qué se ha mantenido para su estreno en nuestra cartelera, el
criterio para traducir unos sí, otros no… y otros como les salga de las
narices, nunca lo entenderé) significa “vallas” o “cercas”, en alusión directa
a la que construye el protagonista durante el metraje so petición expresa de su
mujer, y que se utiliza como metáfora del proteccionismo familiar. Acotar la
acción a la casa unifamiliar de los protagonistas, y sobre todo al patio
trasero donde se fabrica y se instala el susodicho cercado no hace sino ahondar
en dicha idea y suscitar cierta claustrofobia en el respetable, fiel reflejo
por otro lado de la que siente su protagonista, asfixiado en una vida que no
era la que él hubiese esperado años atrás. Por otro lado, es cierto que podría
haberse hecho algún tipo de adaptación de los diálogos, algo repetitivos en
algunos momentos, y aprovechando más el lenguaje visual que el cine tiene con
respecto al teatro, pero… ¡es que están tan bien escritos! Algunos de los monólogos
(con el que le valió el Oscar a Davis como paradigma) son antológicos,
absolutamente memorables. No es, en todo caso, la que nos ocupa una de esas
películas que estén destinadas a barrer en las entregas de premios, pero ya he
señalado en otras ocasiones lo injusto de calificar cada film con un numerito,
o etiquetarla como “perdedora” tras una de estas ceremonias, como si la
brillantez sólo pudiese medirse por el reflejo dorado de una estatuilla.
Resumiendo: al
igual que el Willy Loman de “Muerte de un viajante”, el rol de Washington me ha
recordado un poco a mi propio padre, por su fracaso incesante en el empeño
titánico de ser un buen hombre. El béisbol que se utiliza en el libreto para
ejemplificar ese directo a la mandibula con el que nos regala la vida es tan
válido como cualquier otro, de igual manera que el fútbol lo era para el Rick
de “La gata sobre el tejado de zinc caliente”. Todos nosotros, y los que nos
rodean, hemos acariciado la gloria en algún momento con la yema de los dedos. En
la mayoría de las ocasiones, ni siquiera éramos conscientes de ello en ese
preciso momento. O sí, pero pensábamos que la cosa no se iba a detener ahí. Pero
se detiene. Y en ocasiones nos empuja a una caída libre en el abismo. “Fences”
es una película que habla de gente corriente. Gente que persigue sus sueños. Que
los pierde. Que se caen y se vuelven a levantar. Gente que escucha en silencio
lo que ocurre al otro lado de las paredes. Que callan por el temor a hablar. Por
el mido a decir “Te quiero”. O “Lo siento”. Hombre y mujeres, en definitiva,
que eligen la opción más difícil de levantarse cada mañana y seguir viviendo. Una
película, en definitiva, tan necesaria como la vida misma.
Memorable:
resulta de una obviedad aplastante, pero es que la calidad de las
interpretaciones raya lo sublime, hasta el punto de parecer que estamos viendo
un documental, y no a unos tipos que se han aprendido un diálogo y lo recitan. Y
no hablo sólo de la pareja protagonista. El epílogo final con los dos hijos
menores de Troy cantando una canción aparentemente estúpida, sentados en las
escaleras… es para echarse a llorar.
Mejorable: en lo
único que estoy de acuerdo, con respecto a los diálogos, es en los soliloquios
ebrios de Washington, que resultan demasiado “teatrales” y no funcionan ingual
en una película que sobre un escenario. Me refiero cuando se dirige
directamente a la muerte y la reta a que venga a por él para luchar cuerpo a
cuerpo. Dan incluso un poco de vergüenza ajena. Creo que esas mismas escenas,
sin palabras, habrían sido igual de significativas.
Parafraseando: he
tenido muchas dudas a la hora de escoger, porque ya he mencionado que en este
sentido el film es excelente, y estuve tentado de transcribir palabra por
palabra el monólogo de la Davis que todos habréis visto ya a estas alturas. Pero
es que… joder, son como dos minutos sin parar de hablar. En lugar de eso me
quedo con otro momento del final… y aviso de SPOILER, en un intercambio de
palabras entre Rose Lee y su hijo Cory: “La falta de respeto a tu padre no te hará
un hombre, Cory. Debes buscar la forma de hacerte un hombre, pero no ir a su
funeral no te convertirá en uno”.
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