Año: 2014. Estudio:
Legendary. Director: Gareth Edwards (“El último día”). Intérpretes: Aaron
Taylor Johnson (el prota de “Kick Ass”), Ken Watanabe (“El último samurái”),
Bryan Cranston (Walter White en “Breaking Bad”), Elizabeth Olsen (“Oldboy”), Juliette
Binoche (“Chocolat”(, Sally Hawkins (“Blue Jasmine”), David Strathairn (“Buenas
noches y buena suerte”). Presupuesto. 160 millones de dólares. Recaudación: 525
millones.
Curiosidades:
Aaron Taylor Johnson y Elizabeth Olsen, que aquí interpretan a un matrimonio,
coincidirán de nuevo en “Los Vengadores: La era de Ultrón”. En ese caso, serán
hermanos. El uno dará vida a Mercurio, mientras que la otra será “La Bruja
Escarlata”. Está ya en desarrollo la secuela prevista para su estreno en 2018,
mientras que para 2019 tendremos un crossover con King Kong, tras ver el reboot
del mismo en “Kong: La isla de la calavera”. En principio, ninguno de los
actores de esta cinta estarán en la continuación, con la probable excepción de
Ken Watanabe.
Sinopsis: en 1999, Joe Brody, un físico e ingeniero nuclear
responsable de la planta de Janjira, pierde a su mujer cuando en apariencia se
produce una fisión en el núcleo que acaba convirtiendo todo el área en zona
prohibida. Años después, Joe involucra a su hijo Ford, teniente de la marina de
los Estados Unidos, en su búsqueda de averiguar qué fue lo que provocó
realmente el accidente en el que murió su esposa y madre, respectivamente. Ambos,
no obstante, son detenidos por el ejército poco después de constatar que no
existe radiación en el complejo, y de este modo averiguarán la verdad: existe
un monstruo prehistórico que escapó de su alojo subterráneo y provocó la
crisis. Un monstruo peligroso y contra el que nada pueden hacer las Fuerzas
Armadas. Lo que ninguno sabe es que detrás de él hay otro poderoso ser
persiguiéndole para darle caza y que responde al nombre de… Godzilla.
Crítica: para
saber hasta qué punto podéis tener en cuenta mi valoración de la película,
tendré que confesar que el “Godzilla” de Roland Emmerich, el de 1998, me
pareció un blockbuster de lo más entretenido; una superproducción a la antigua
usanza que, para más inri, se volvía mucho más divertida en el revisionado
(algo que no le pasa a la mayoría, ni de lejos). Y además, el film con el que
se ha comparado a ésta, quizás por ser de la misma productora, el “Pacific Rim”
de Guillermo del Toro, se me antojó como una de las cintas más inspiradas de
los últimos años. Así que, en caso de no estar de acuerdo con ninguna de estas
aseveraciones, tampoco me hagas mucho caso en lo que sigue a continuación. ¿Es
“Godzilla” mejor que los dos ejemplos anteriormente expuestos? No. ¿Es peor?
Tampoco. Y en eso, quizás, radique su mal. El noventa por ciento del metraje de
este nuevo acercamiento al mito japonés es muy parecido a lo que habría hecho
cualquiera. Y cuando digo cualquiera, digo… “cualquiera”. Unos títulos de
crédito que juegan con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, una
presentación de la trama que coquetea con lo ya realizado por el “Tiburón” de
Spielberg hace ya tantos años… y hacia mitad del metraje, la orgía de
destrucción y enfrentamientos con el ejército que cualquiera podría esperarse.
Y cuando digo cualquiera, digo… “cualquiera”. La novedad pues, radica en el
intento de Edwards por convertir el film en una especie de drama humano, donde
el monstruo del título no sea el protagonista, sino tan sólo el pretexto para
contar una historia de personajes. Pero el presupuesto del proyecto “obliga” sí
o sí a que este intento se quede en eso, y entonces se ven claramente los
principales defectos de cualquier producción de este tipo: es imposible que lo
que pueda pasarle a un grupo de humanos, comparado con la figura de “Godzilla”,
resulte meramente interesante y no digamos ya creíble. Sólo el “Monstruoso”
(“Cloverfield”) de Matthew Reeves se mantenía convincente en su propuesta, pero
claro, hablamos en ese caso de una producción de 25 millones de dólares; una
quinta parte de ésta… Con ello, no quiero decir que este film sea una completa
pérdida de tiempo, pero sí que es… más de lo mismo. De hecho, se parece
bastante al de Emmerich. Y empiezo a dudar de que pueda hacerse otra película
con este protagonista. Y cuando digo protagonista, me refiero, obviamente, a
“Godzilla”.
Resumiendo: en su
día, una de las gracietas más reseñables del primer “Godzilla” norteamericano
fue ver a Jean Reno en el cast. Un chiste privado meramente hollywoodense, ya
que, por aquel entonces, si aparecía en un guión algún personaje francés, ese
rol iba, inevitablemente, para Reno. Como si no hubiese otro francés al que
endosarle el muerto. El mismo encasillamiento estúpido que te hace adivinar hoy
día que, si hay un personaje japonés en el film, el rol se lo adjudiquen a Ken
Watanabe. Pues este “Godzilla” resulta igual que todo lo anterior. Predecible.
Memorable: un par
de “set pieces” que elevan el proyecto de lo meramente manufacturado: el perro
que se suelta de la correa y huye de un inminente tsunami, y los paracaidistas que
se lanzan al vacío sin saber si todos llegarán a tierra.
Mejorable: ese
final abrupto y sin cerrar la que debería ser la principal trama de la cinta,
lo que deja la puerta abierta a la ya confirmada “Godzilla 2”. Hecho de menos
cuando las películas contaban una historia con principio y final.
Parafraseando:
otra de las sorpresas de la peli; el monstruo del título no es la amenaza, sino
el héroe que acude para salvarle la papeleta a los tontos humanos: “Ese
depredador alfa suyo, doctor… ¿de verdad cree que tendría alguna posibilidad?”
“La arrogancia del hombre es pensar que controla la naturaleza… cuando es todo
lo contrario. Que se enfrenten”.
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