Año: 2012. Director:
Sam Mendes (“American Beauty”). Basada en: el personaje creado por Ian Fleming.
Intérpretes: Daniel Craig (“Munich”), Judi Dench (“Philomena”), Javier
Bardem (“Éxtasis”), Naomi Harris (“28 días después”), Albert Finney (“Big
Fish”), Joseph Fiennes (“Shakespeare enamorado”). Presupuesto: 160
millones de dólares. Recaudación: 1108 millones. Premios: entre otros, ganó 2
BAFTA, 2 Grammy y 2 Oscar, uno de ellos para Adele, encargada del tema
principal de la B.S.O.
Curiosidades: es
el film número 23 de la saga y conmemoró el 50 aniversario de la misma en
cines. Entre otros récords, fue la primera de la serie en estrenarse en cines
IMAX y la primera en recaudar más de mil millones. Es la tercera película de
Craig con el esmoquin más caro y elegante de la historia del cine, tras “Casino
Roylae” y “Quantum of Solace”. Aún le quedaría por rodar una cuarta, “Spectre”,
igualando el número de Pierce Brosnan. Sin embargo, en el momento de escribir
estas líneas, su continuidad en la saga no está garantizada.
Sinopsis: James
Bond, el agente 007, falla en una misión en Estambul al intentar detener a un
ladrón que se ha hecho con un archivo donde constan las identidades de los
espías británicos repartidos por todo el mundo. No solamente falla, sino que
además es herido por “fuego amigo” y dado por muerto. Tras un tiempo dejando
que le crean fallecido, no tendrá más remedio que regresar cuando la sede del
MI 6 en Londres es víctima de una atentado explosivo y la vida de M se pone en
peligro por las ansias de venganza del enigmático Silva, un antiguo agente
secreto que también se sintió traicionado por su propia gente y no descansará
hasta ver muerta a su antigua jefa.
Crítica: en 1983,
la Warner Bros se anotó uno de los tantos más famosos de la historia del cine
al estrenar “Nunca digas nunca jamás”, donde un Sean Connery de más de
cincuenta años demostraba que todavía no estaba viejo para el papel. Bastante
de aquel divertido juego tenemos en “Skyfall” (impagable ver a Bond teniendo
que superar las pruebas físicas), un blockbuster crepuscular que muchos
aventuraron a considerar el mejor de la saga. Yo no seré tan optimista, y
empezaré diciendo que lo tenía fácil para superar a “Quantum of Solace”, un
film que he visto en dos ocasiones y que en ambas me ha hecho dormir cual
perezoso. Mendes (sin duda el gran reclamo de esta entrega, quitándole el
puesto a las “chicas Bond”) no es tonto: sabe que tiene que dejar su impronta,
pero también es consciente en todo momento de que lo que aquí se trata es de
hacer dinero. Su gran baza es coger lo mejor de “Casino Royale” (es decir: ese look
a lo “Bourne” y el gran gancho de Judi Dench jugando a vender palomitas) y los
explota al máximo mezclando ahora un poco del Batman de Nolan o ese tiroteo
final a lo Sam Peckinpah o el Curtis Hanson de “L.A. Confidential”. Javier
Bardem, por su lado, le saca el mayor partido posible a una especie de “Joker”
que tarda bastante en aparecer y, una vez explicado su plan… resulta ser la
cosa más vulgar del mundo. Pero aún con todo, se queda con los mejores momentos
de un film con un metraje algo excesivo que, sin embargo, consigue lo que pocas
franquicias hacen: cerrar un círculo con su pasado reciente… y sembrar las
bases de lo que llegará en el futuro.
Resumiendo:
después de sólo dos películas como Bond, la continuidad de Craig como merecedor
de la licencia para matar se cuestionaron en grado sumo (sonaron desde Clive
Owen a Chris Hemsworth, pasando por Orlando Bloom o un Will Smith que habría
sido el primer actor negro en enfundarse el esmoking). Finalmente, Mendes supo
sacarle partido a un agente secreto que, como los deportistas de élite, ven su
jubilación anticipada cuando aún se encuentran en el cénit de sus aptitudes.
Nadie dudaba ya de que el rubio actor debía seguir bebiendo el vodka-Martini. Y
Mendes, desde luego, junto a él. Después de todo, si hay algo que hemos
aprendido en la franquicia del agente al servicio de Su Majestad es que si algo
funciona… ¿para qué cambiar?
Memorable: desde
ese reboot que fue “Casino…”, las cintas de Bond empiezan con una espectacular
persecución que, en ocasiones, se convierte en lo mejor de la película, por su
aparatosidad. La de “Skyfall”, por el sabio uso de un Mendes que debutaba
rodando este tipo de acciones, pasa automáticamente a ser una de las mejores
filmadas de todos los tiempos, por el sabio manejo de una cámara que lo muestra
todo sin necesidad de cambiar constantemente de plano.
Mejorable: bien
alguno de los puntos más fuertes asociados al personaje se ven reforzados,
otros (como su magnetismo sexual, los gadgets, y ese aire un tanto “naif” del
espionaje de altos vuelos”) se pasan casi por alto, como si estuviesen pasados
de moda. Aunque bueno… con el recuerdo de las pistolas láser o la
mochila-cohete que si mal no recuerdo manejaba Roger Moore… quizás no hace
mucha falta que regresen.
Parafraseando: algo
que siempre ha tenido el espía con licencia para matar han sido unos diálogos
repletos de frases lacerantes, con ese tonito chulesco y mordaz, que
lógicamente no se iba a dejar de lado en esta ocasión, donde Bond se
reencuentra con la agente de campo que le hirió sin querer: “Si
te consuela, un objetivo en movimiento es muy difícil de dar” “Entonces sigue
moviéndote”.
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