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jueves, 23 de marzo de 2017

PEREZA: aviones (2009)


Información general: reseña del quinto álbum de estudio (y último, si no contamos los incluidos en el grandes éxitos publicado en su despedida) del grupo de rock Pereza, lanzado por Sony BMG en 2009, compuesto por 17 canciones y del que se extrajeron los singles “Violento amor”, “Lady Madrid” y “Pirata”. El álbum llegó pronto a disco de oro con más de treinta mil copias vendidas.

Crítica: aunque al principio sonase más a pose de márketing que a una realidad contextual, lo cierto es que Pereza pronto vieron el filón de que no tenían mucha competencia en España con esa música pop-rock que estaba más cerca de los Stones que, por ejemplo, lo que hacían La Oreja de Van Gogh. Así pues, casi obligada la colaboración con Calamaro (en esa “Amelie” que suena muy del estilo del argentino tras conocer a Javier Limón) y Ariel Rot (enuna épica y nostálgica “Llévame al baile” que empieza como el “Imagine” de John Lennon y acaba haciéndote sacar el mechero para iluminar la sala); ambas colaboraciones que demuestran su claro reflejo en esos Rodriguez cuyo hueco vinieron a ocupar ellos. Pero “Aviones” tiene mucho más, claro. Es puro Pereza, con esas letras sencillas que hablan de groupies peligrosas y juergas en el backstage, pero también de melancolía perenne y referencias pop muy actuales (en su momento) como la mencionada sonrisa de la protagonista de Amelie o ese edificio Windsor que se quemó misteriosamente una noche y del que seguimos sin saber qué pasó exactamente. Aún así, el álbum tiene la novedad de ser el más acústico de su discografía, con aires más polvorientos y country que nunca (en “Escupe”, incluso con banjo incluido y saxofón tocado por Tuli, ex miembro del grupo en sus comienzos) que les acercan más sonoramente a su amiguete Quique González, lo que les permitió una Puro Teatro Tour en pequeñas salas que, al tiempo, les daba un respiro tras la gira de grandes conciertos de “Aproximaciones”. Pero como decía, “Aviones” no deja de ser un disco de Pereza. Y lo mejor que tenían Pereza; lo que les hizo subir rápidamente en las radiofórmulas, es que tanto Rubén como Leiva eran muy prolíficos y eclécticos. Podían sonar canallas y románticos a la vez; esa pose de “chulo autodestructivo” sin llegar a ser un yonqui que vuelve locas a las pibas y que permite que un estribillo tan tonto como el de “Backstage”; “Te quiero nena…ah, ah” suene a “cool”, y “Que parezca un accidente” (a mi juicio, el mejor corte del LP), resulte una simpática pieza de indie-pop a pesar de su letra que parece abogar por la violencia de género. Un tema, por cierto, que vuelve a aparecer en “El día que no pueda más”, otro sobresaliente tema, aunque en esta ocasión sea en vertiente desgarradora y cruda. Menos acertadas y más pueriles son el inocente blues de “Señor kioskero” o “Pirata” (sorprendente tercer single), aunque la línea entre resultar “tonto” y en cambio caer “mono” es muy delgada, porque otra canción tan básica como “Voy a comerte” te hace esbozar una sonrisa a pesar de su cursilada. Cuestión de gustos, en fin, y de querer llegar casi a la veintena en el tracklist. Pero quizás sea el precio a pagar por seguir siendo “comerciales” y a la par regalarnos una letra tan excelente como la de “Champagne”. De lo mejor del disco: “Descorchaste un champage en mitad del polvo, como en las películas porno… No sé cómo lo hacías, estuviste tan fina follando en la cocina (…) Escuchábamos Antony & The Johnsons para ponernos tontos”.

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