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lunes, 20 de febrero de 2017

Crítica de "Death of Wolverine" (2014)


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Información editorial: reseña de la miniserie de 4 números, “Death of Wolverine”, publicada por Marvel Comics entre septiembre – octubre de 2014, obra de Charles Soule (guión) y Steve McNiven (dibujo). La idea, tanto de Soule como de la propia Marvel, era que Logan permaneciese realmente “muerto” a nivel editorial durante al menos dos años, pero la reciente “Secret Wars” ya le ha traído de vuelta en un título (“Old Man Logan”) que empezará a publicarse a partir del próximo mes de octubre.

Antecedentes: en 2013, durante el cuarto volumen de la serie regular “Wolverine”, Paul Cornell narró cómo un virus dejaba sin factor de curación a Lobezno, sin duda el gran exponente de sus poderes y que le conferían un carácter prácticamente “inmortal”. Ante el miedo de que los fans se quedaran decepcionados de que la nueva condición del lpersonaje se quedara en una mera estrategia de márketing, la Casa de las Ideas decidió finalmente dar el paso (sobre todo, ahora que ya no vende tanto como antes; en la década de los 80 y 90, donde su presencia en cada título de la editorial era prácticamente omnipresente, sí que habría sido llamativo e impensable de ver ejecutado), dejando la tarea en las manos del escritor de moda, Charles Soule (responsable del “Swamp Thing” del último relanzamiento DC) y el ilustrador Steve McNiven (en los últimos años, vinculado a grandes eventos de Marvel como la “Civil War”). El producto resultante, de cadencia semanal (con algunos pequeños retrasos) fue, desde luego, un rotundo éxito de ventas.

Historia: Logan va a morir. Lo sabe. Su cuerpo aún guarda cierta dosis de radiación de la bomba atómica de Nagasaki y el simple hecho de sacar sus garras (que abren una herida en sus nudillos, ahora incapaz de curarse rápidamente) le dejan expuesto a una terrible infección. En su momento más débil, alguien ha puesto además precio a su cabeza y esto hace que sea perseguido por toda una horda de enemigos que quieren cobrarla. Así, a Logan no le quedará más remedio que afrontar su destino y deambular desde su cabaña de Canadá hasta Japón, pasando por Madripoor y reencontrándose con viejos amigos y enemigos como Nuke, Viper, Dientes de Sable, Kitty Pryde, Lady Deathstrike o el demonio Hogun.

SPOILER: tras descubrir que quien ha puesto precio a su cabeza es el doctor Abraham Cornelius, el mismo que le utilizó durante el Proyecto Arma X, Logan viaja hasta unas instalaciones de Nevada donde Cornelius está experimentando con hombres y mutantes para sintetizar un factor de curación supuestamente por el bien de la humanidad. Pero Logan no está dispuesto a permitir que se siga torturando a seres humanos, así que destroza el complejo y obliga al doctor a salir huyendo. Durante el proceso, Lobezno acaba empapado en adamantium líquido y Cornelius muere por un fragmento de cristal. Mientras el adamantium se solidifica sobre su cuerpo, Logan hace un repaso de los mejores momentos de su vida observando la puesta de sol y dice: “Suficiente”. Muere.

Crítica: cuando un cómic se llama “La muerte de…”, el proyecto en cuestión no me suscita mucho interés. No es que esté en contra, pero el título ya dice gran parte de lo que necesito saber y saber que nada es inmuntable en esto de los tebeos le resta cierta pátina de la brillantez que debería tener. Honestamente, hubiese preferido que la susodicha defunción tuviese lugar en la serie regular y con ello se hubiese puesto final a la misma, pero también entiendo el interés comercial que un acontecimiento de esta índole puede suscitar. Metidos en harina, puede que esta “Death of Wolverine” fuese necesaria (por muchos motivos, empezando por la “guerra silenciosa” que Marvel mantiene con FOX por los derechos cinematográficos de sus personajes), pero a mí me parece casi surrealista. Paradójicamente, la condición oficiosa del personaje como “inmortal” es lo que le ha acabado matando, pues a nivel e antigüedad, el canadiense era más joven que, por ejemplo, cualquiera de los 4 Fantásticos. Y sí, ya sé que se han contado historias del “garritas” durante la Guerra Civil Española (1936-1939), por ejemplo, pero cosas parecidas han ocurrido con otros personajes sin que haya chirriado tanto, buscándose subterfugios más sencillos para explicarlo. Aquí lo que ha firmado la sentencia de muerte de Logan era esa coletilla de “inmortal”. Es como cuando se decía que nadie podía quitarle el casco al Juggernaut porque estaba sellado con magia y siempre existía el morbo de ver quién se lo podía arrancar de un guantazo. Lo que hace Soule, pues, es contar una historia para llevar a cabo dicha muerte, pero igual que ha contado ésta, podría haber contado cualquier otra. Quiero decir, esa famosa estampa comentada por todos de la primera splas page, con el bueno de Lobezno hecho pedazos en su cabaña de Canadá y cubierto de sangre, que invariablemente nos pintaba un desarrollo crepuscular, no tiene continuidad en el resto dela miniserie. Hay pinceladas interesantes y la palpable sensación de que al personaje se le quiere rendir un homenaje antes de congelarle en la nevera durante un tiempo, pero no deja de ser un relato meramente convencional y correcto. No es un mal cómic, pero igual que se ha hecho éste se podría haber hecho cualquier otro.


Resumiendo: en la mítica “Días del Futuro Pasado”, Chris Claremont fechó la muerte de Logan en el “lejano” (por entonces), 2013. Parecía casi obligado que Marvel le acabase “matando” por esas fechas, aunque sólo fuese por el respeto al mítico autor que ayudó a forjar su leyenda. El producto surgido es tan respetuoso como inocuo, con algunos buenos momentos pero quizás no tan sorprendente o épico como habría cabido esperar. En el apartado gráfico, lo mismo podría decirse de un McNivel del que francamente esperaba mas. Tiene algunos momentos inspirados, pero no firma su mejor trabajo aquí. Ninguna muerte en la vida real puede calificarse de “brillante”; ésta, en los cómics, tampoco lo es.

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