Como todo adolescente de los 90, resulta casi absurdo
confesar que Britney Spears fue uno de mis principales mitos eróticos del
momento. Una niña inocente que jugaba a calentar al personal con la imagen
icónica de “la lolita” y letras musicales con doble sentido sexual. Pero… ¿era
algo más que eso? El álbum Greatest Hits: My prerogative lanzado en 2004 por su
discográfica, Jive Records, trataba de demostrar que así era.
My prerrogative incluía los grandes éxitos de sus primeros
cuatro discos de estudio (Baby One More Time, Oops I did it again, Britney y In
the Zone) además de incluir tres temas
inéditos, dos de los cuales fueron lanzados como singles. En total,
vendió alrededor del mundo casi 6 millones de copias, incluyendo una edición
especial que incluía un segundo CD con remixes. La edición sencilla se componía
de 17 tracks de temas pop, medios tiempos bailables, baladas y coqueteos con la
música disco y el hip-hop; temas todos ellos muy conocidos comoToxic, I´m a
slave 4 u y Me against the music (con la colaboración de Madonna).
“Dicen que estoy loca”, empieza susurrando en el tema que da
título a este “grandes éxitos” mientras se pasea en lencería por el
correspondiente videoclip. “Dicen que soy sucia”, insiste. Recordemos que esta
es la misma chica que hacía pucheritos en televisión cuando le preguntaban si
se había operado los pechos para hacerlos más grandes. Esa doble vertiente de
niña virginal y aspirante a mujer fatal fue la que nos enganchó a todos durante
aquella maravillosa década de “pop chicle”, y la que podemos encontrar en “My
Prerrogative”. “Nene, una vez más”
(traducción de su primer gran éxito. Sí, el de las trencitas y el uniforme de
colegio de monja) no iba sobre sexo. Tampoco “Ooops, lo he hecho otra vez”, con
aquel mono de cuero ajustado rojo que todos en nuestra casa repasábamos frame a
frame y ampliando la imagen para constatar que con aquello no podía usar ropa
interior. Y ni tan siquiera “Soy tu esclava”, que tenía aquel sello
característico de The Neptunes, sucio y pegajoso como echar un polvo en el mes
de agosto. Ninguna de esas canciones iban sobre sexo. Giraban en torno a la “música”.
Y, sinceramente, al César lo que es del César. Dentro del
fenómeno de las “lolitas pop”, Britney siempre ha sido la reina. Sobre todo al
principio. Ni Mandy Moore ni ninguna otra de sus clónicas (lo que incluye a
Christina Aguilera, aunque puede que ésta última haya progresado mejor) ha
conseguido hacerle sombra. Después de este grandes éxitos, la diva dio más que
hablar por sus problemas mentales, sus bodas, sus salidas nocturnas con Paris
Hilton o sus actuaciones con algunos kilos de más. Pero, antes de eso, en el
tiempo que cubre este disco, Britney era lo más. Era la nueva diosa del pop. Y
se le perdonaba todo, incluso que reversionase un clásico del rock como
elSatisfaction de los Rolling Stones. ¿Por qué? Bueno, porque ella lo cantaba
de una forma en la que parecía una niñita picarona que no había encontrado
todavía al hombre que consiguiera satisfacerla en la cama. Y todos pensábamos
que podíamos ser ese hombre.
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